Lo que declara su nombre
(Lucas 1:26-38). Para todos y cada uno de nosotros, el nombre Jesús es bien conocido. Pero lo era también en la época bíblica. Jesús era un nombre común. De hecho, el nombre “Jesús” es el nombre de uno de los más grandes héroes del pueblo de Israel, Josué. Josué es el nombre hebreo, mientras que Jesús es griego, y ambos significan exactamente lo mismo: “Jehová es salvación”.
Cuando Jesucristo nació en Belén, había muchos niños en Israel llamados Jesús, ¡pero no había ninguno como Él! Quiero llamar nuestra atención sobre lo que el ángel le dijo a María cuando la visitó para contarle la asombrosa noticia de que ella, una virgen, daría a luz al Hijo de Dios.
Cuando el ángel se acercó a María, le dijo
que llamara al niño “Jesús” (Lucas 1:31). Meses después, el ángel también
visitó a José para decirle lo mismo. “Y pensando él en
esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de
David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado,
del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:20-21).
Después de que nació el bebé, cuando tenía
ocho días, María y José lo llevaron para circuncidarlo. Ese día,
obedecieron la voz del ángel y llamaron al niño "Jesús". “Cumplidos
los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual
le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido” (Lucas 2:21).
Quiero que examinemos juntos ese hermoso
nombre hoy. El nombre “Jesús” nos dice mucho sobre quién es Él y qué vino
a hacer a este mundo. ¿Qué es lo que declara su nombre?
SU NOMBRE DECLARA SU IDENTIDAD.
Que él es el Hijo de Dios. En el versículo 32, leemos, “Este
será grande, y será llamado Hijo del Altísimo”.
Este bebé no sería como ningún otro bebé. Él sería el Hijo de Dios. Él es la
persona conocida como el verbo, la cual, y hasta el día de su nacimiento,
estuvo con Dios por la eternidad pasada.
Este nacimiento marcó el cumplimiento de la profecía de Isaías, cuando dijo, “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14). El nombre “Emanuel” significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23). Y eso es lo que Jesús es. Él es el Hijo de Dios, y luego, él es Dios en carne humana. Por eso es importante que cada persona que quiera ser salva, crea de todo corazón y confiese con su boca que Jesús es el Hijo de Dios.
·
“Hizo
además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no
están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en
su nombre.” (Juan 20:30, 31).
Que él es el Rey de Israel. Dice Lucas 1:32, “Este será grande, y
será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su
padre”. Este bebé, nacido de gente humilde y de medios humildes, sería un
descendiente directo del rey David. Pero, además de eso, sería el cumplimiento
de la promesa que Dios hizo al rey David hace mil años antes en 2 Samuel
7:4-17. ¡Este bebé se sentaría en su trono y sería coronado como Rey de reyes y
Señor de señores! A diferencia de todos los reyes del linaje de David, este Rey
reinará para siempre (Isaías 9:6-7). Por eso, cuando usted cree en Jesús, usted
cree en el Rey de reyes.
Que él cumple las profecías. Dice Lucas 1:33, “y
reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Mis hermanos, esta frase se remonta mucho más allá del tiempo de David. Se
remonta hasta los días de “Jacob”. Es así que recordamos las palabras de Jacob
que antes de morir le dijo a su hijo Judá: “No será quitado el
cetro de Judá, ni el legislador de
entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán
los pueblos” (Génesis 49:10). Mientras
agonizaba, el anciano patriarca le dijo a su hijo Judá que sus descendientes
serían los gobernantes del pueblo de Israel. Se le dice que, en última
instancia, vendría uno conocido como “Siloh”, nombre que significa, “Aquel de
quien es” o “Aquel a quien pertenece”, señalando simple y sencillamente que, un
día vendría un gobernante supremo. Este gobernante será el poseedor del pueblo
y de todas las demás cosas. Jacob continúa diciendo: “a él se
congregarán los pueblos”.
La palabra “congregarán” se refiere a la reverencia que el pueblo dará a este
rey, quien al mismo tiempo los santificará. Él los purificará y los reclamará
como suyos. Mis hermanos, este bebé a quien ponen por nombre Jesús, es el
cumplimiento de la profecía. Cuando confesamos el nombre de Jesús, estamos
hablando de aquel que cumple todas y cada una de las profecías hechas acerca
del mesías, el Salvador, el rey de reyes, el Cristo.
Él es el victorioso. Dice Lucas 1:32, “Este
será grande”. Esa palabra significa “tener una gran
importancia o estimación”. Ningún otro nacimiento en la historia de la
humanidad fue tan monumental como el nacimiento del Señor Jesucristo. Cuando
vino al mundo, ocupó su lugar como el más grande de los grandes.
El primer hombre fue un milagro, porque fue
hecho a la imagen de Dios y porque Dios lo formó del polvo de la tierra y sopló
en su nariz aliento de vida (Génesis 1:26-27; 2:7). Ese hombre
pecó y trajo pecado, muerte y condenación sobre todos sus descendientes (Romanos 5:12). Ese
hombre trajo vergüenza, deshonra y maldición sobre todo el mundo y sobre toda
su descendencia.
El Segundo Adán, arregló todo lo que rompió
el primer Adán. Cuando nació Jesús, Dios fue hecho a imagen del hombre (Filipenses 2:5-8). Cuando
nació Jesús, no tenía pecado. Vivió sin pecado. En su muerte, murió
por el pecado. El Segundo Adán fue un milagro mayor que el primer Adán,
porque hizo que la luz brillara en las tinieblas. Hizo que la vida brotara
de la muerte. Hizo que la salvación destruyera la condenación. Él es
“extraordinario”. De toda la humanidad, él es el victorioso. Cuando usted
confiesa el nombre de Jesús, está hablando del que puede hacer posible nuestra
victoria sobre el pecado.
¿Qué declara su nombre?
SU NOMBRE DECLARA SU POBREZA (v. 26-28).
En los versículos 26-28, la Biblia nos dice
que el ángel se acercó a una joven doncella llamada María. Sabemos que
estaba comprometida con un hombre llamado José (versículo 27), que era
carpintero de oficio (Mateo 13:55). Sabemos que Jesús nació en
una familia de escasos recursos.
Cuando examinamos Su nacimiento, aprendemos
que nació y fue puesto en “un pesebre”. Él fue puesto en un comedero que
se usaba para alimentar a los animales del corral (Lucas 2:7). Se
vio obligada a hacer esto porque “no había lugar para ellos en el mesón".
El antiguo mesón era un sitio sórdido donde
los viajeros pobres buscaban alojamiento para pasar la noche. Aquellos que
tenían riquezas buscarían alquilar refugio en casas particulares o en lugares
más adecuados. La familia de Jesús no podía permitirse esos lujos y se
vieron obligados a ir a donde iban los pobres. Sin embargo, cuando
llegaron a la posada, ya estaba llena a capacidad y tuvieron que buscar refugio
en otro lugar. Se vieron obligados a pasar la noche con los
animales. Fue allí donde María dio a luz al Hijo de Dios.
El nombre “Jesús” es un nombre asociado con
su pobreza. Ese nombre nos recuerda los sacrificios que hizo por su
pueblo. “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros
con su pobreza fueseis enriquecidos”
(2 Corintios 8:9).
El apóstol Pablo nos recuerda que, mientras Él era el Creador de todas las cosas, mientras vivía aquí, no poseía nada que no le hubieran dado otros.
- Vivió de las dádivas de aquellos que se preocupaban por él: “Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes” (Lucas 8:3).
- Cuando era niño, Dios le ordenó a José que llevara a María y a Jesús a Egipto. Para financiar ese viaje y proveer para su Hijo, Dios movió a los magos a hacer un viaje largo y traicionero a Belén con sus obsequios de incienso y mirra, pero también de “oro” (Mateo 2:11; 19-21).
- Cuando tuvo que pagar sus impuestos, obtuvo el dinero de la boca de un pez (Mateo 17:27).
- Cuando murió, la única posesión que tenía era una ropa cara por la que apostaron los soldados al pie de la cruz (Juan 19:23-24). Esa prenda fue, sin duda, un regalo de algún discípulo rico.
Mientras vivió, casi todos los eventos importantes utilizaron algo que fue prestado o que había sido destinado para el uso de otra persona.
- Tomó prestada una barca desde la que predicó (Lucas 5:3).
- Pidió prestada una casa en la que vivía (Marcos 14:3).
- Pidió prestado un burro en el que entró montado a Jerusalén (Marcos 11:1-11).
- Tomó prestada una habitación en la que celebró la Pascua (Marcos 14:13-17).
- Tomó prestada una cruz en la que murió (Mateo 27:26, ¡esa cruz era para Barrabás!).
- Tomó prestada una tumba en la que fue sepultado (Mateo 27:57-60).
Él renunció a sus derechos sobre todas las
cosas para que todas las cosas nos fuesen dadas (Filipenses 2:6-8). Él,
quien lo hizo todo, quien lo perdió todo, voluntariamente lo dejó todo, para
que personas como nosotros, que no tenían nada, pudieran ser herederos de todas
las cosas (Romanos 8:17). ¡Alabado sea Dios por su pobreza,
porque a través de ella, somos ricos!
Entonces, su nombre declara su identidad y su
humildad. ¿Qué otra cosa declara su nombre?
SU NOMBRE DECLARA SU MINISTERIO (v. 31)
El ángel le dice a María que, a su bebé, le
ponga por nombre “Jesús”. Este nombre significa “Jehová es salvación”. Su
nombre, por tanto, declara su ministerio en este mundo. Su nombre nos enseña el
propósito por el cual nació. Cuando el ángel se acercó a José, también le dijo,
“Y dará a
luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de
sus pecados” (Mateo 1:21).
¿Cómo lograría este bebé la salvación de su
pueblo? Lo lograría yendo a la cruz para pagar el costo de esa salvación.
Pablo habló de esto en 2 Corintios 5:21, que dice, “Al que
no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Pablo no está diciendo
que Jesús fue tratado como pecador, como dice incorrectamente la NVI.
La expresión “lo hizo pecado”, significa que Cristo fue la ofrenda por el pecado, el cordero que quita el pecado del mundo. La palabra “pecado”, en este contexto, significa “expiación” u “ofrenda por el pecado”. Es importante que usted tenga en mente que la palabra “pecado” tiene ese significado cuando se usa en referencia a la muerte del Señor. De hecho, existen varios textos donde la palabra “pecado” (del griego “jamartía”) se traduce por “expiación”.
- Levítico 4:21: “Y sacará el becerro fuera del campamento, y lo quemará como quemó el primer becerro; EXPIACIÓN (hebreo “jatta´t” – griego: “jamartía”) es por la congregación… Y con su dedo el sacerdote tomará de la sangre de la EXPIACIÓN (hebreo “jatta´t” – griego: “jamartía”), y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto”.
- Levítico 6:25: “Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del sacrificio expiatorio: en el lugar donde se degüella el holocausto, será degollada la OFRENDA POR EL PECADO (hebreo “jatta´t” – griego: “jamartía”) delante de Jehová; es cosa santísima”.
- Hebreos 10:8: “Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y EXPIACIONES POR EL PECADO no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley)”. En griego leemos “peri jamartias”, y no “expiaciones”; pero, el sentido de dicha frase es precisamente ese, “expiaciones por el pecado”.
Entonces, Jesús no fue hecho un pecador, sino
la ofrenda el sacrificio aceptable para el perdón de nuestros pecados.
Mis hermanos, Jesús no vino a este mundo para
enseñar, aunque nadie enseñó como Él. Jesús no vino a este mundo para curar,
aunque curó todas las enfermedades que encontró. Jesús no vino a este mundo
para resucitar a los muertos, aunque interrumpió todos los funerales a los que
asistió. Jesús no vino a este mundo para realizar milagros,
aunque logró muchos durante su tiempo aquí. Jesús vino a este mundo para morir en la cruz
y dar su vida en rescate por los pecadores (Marcos 10:45). Jesús,
por amor, vino a este mundo para morir por todos: “Yo soy el buen pastor; el
buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11)
Cada segundo que Jesús vivió, desde el
segundo en que fue concebido hasta el momento de morir, siempre tuvo el
propósito de ir al calvario. Y para hacerlo aún más personas, usted es la razón
por la que dejó el cielo. Usted es la razón por la cual el se hizo carne. Usted
es la razón por la cual vivió. Usted es la razón por la cual murió y usted es
la razón por la cual resucitó. ¡Vino a este mundo por usted! Vivió por usted,
murió por usted y resucitó por usted. Todo lo que hizo, lo hizo por usted. Él
mismo dijo, “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia” (Juan 10:10).
Cuando decimos el nombre de Jesús, estamos
recordando el gran precio que pagó para salvarnos. Estamos recordando Su
amor ilimitado. Estamos recordando Su sacrificio desinteresado por
nosotros. Cuando respiramos ese nombre, estamos hablando del Dios que nos
amó tanto que pagó por nuestro perdón con su propio cuerpo en la cruz (1
Pedro 2:24).
Su nombre declara su identidad, su nombre declara su humildad, su nombre declara su ministerio. ¿Qué más declara su nombre?
SU NOMBRE DECLARA SU GLORIA (v. 33).
En el versículo 33, de Lucas 1, sobre Jesús, El
ángel le dice a María, “y reinará sobre la casa de Jacob
para siempre, y su reino no tendrá fin”. Estas
palabras se refieren a un rey que gobierna con majestad y gloria. Esto nos
recuerda, una vez más, que el bebé de María no sería un niño cualquiera. Esto
nos recuerda que María estaba dando a luz al Rey de reyes y Señor de señores.
Mientras Jesús vivió en este mundo, nadie reconoció su majestad, su gloria o autoridad. Nadie realmente lo vio por quien era. Así lo dijo el profeta Isaías 53:1-3, “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos”.
- Algunos entre los judíos lo vieron como un pobre carpintero judío (Marcos 6:3).
- Algunos entre los líderes religiosos de Israel, lo vieron como un revolucionario, como uno que agitaba a la gente con su discurso (Lucas 23:5)
- Algunos lo vieron como un sanador: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?” (Juan 11:37)
- Algunos lo vieron como un rey terrenal, como aquellos que presenciaron la alimentación de los 5000: “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo” (Juan 6:15)
- Algunos lo vieron como un hombre inocente. Así lo vio Pilato (Juan 19:6).
- Algunos lo vieron como un hombre justo. El centurión (Lucas 23:47).
- Algunos lo vieron como el Hijo de Dios. Como Marta (Juan 11:27) o Simón Pedro (Mateo 16:16).
¡Nadie lo vio por quien realmente era! Pedro, Santiago y Juan vislumbraron Su gloria en el Monte de la transfiguración (Mateo 17:1-8), pero incluso ellos no entendieron completamente quién era Él. Vivió y murió como Dios caminando entre los hombres y muy pocos tenían la más mínima idea de quién era. ¡Todo eso cambiará algún día! ¡Llegará el día en que todo el mundo sabrá Quién es Él!
- Cuando regrese en gloria, sus enemigos lo sabrán (Apocalipsis 19:11-16; 20:10-15)
- Cuando regrese en gloria, todos lo sabrán (Apocalipsis 20:7)
Un día, el siguiente pasaje se cumplirá
literalmente: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús
se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo
de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para
gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11)
Un día, el nombre JESÚS será proclamado desde
el trono del cielo. Y cuando se pronuncie ese precioso nombre, la rodilla
de cada santo y ángel se doblará en adoración y reverencia, la rodilla de todo
pecador se doblará en reconocimiento de Su señorío y gloria, y la rodilla de
todo demonio, y del mismo Satanás, se doblará en ¡Reconocimiento de que
Jesucristo es Señor para la gloria de Dios Padre!
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