PASOS PARA MEJORAR NUESTRA LECTURA BÍBLICA (SANTIAGO 1:21-25)

Cuando la gente me pregunta: "¿Cuál es su plan favorito para leer la Biblia?" Yo siempre respondo: "El que funcione para usted". ¿Por qué? Porque cualquier plan que le permita leer la Biblia es bueno para su alma, y cualquier plan que use realmente es mejor que un plan que no use. Es interesante que hoy en día contamos con diversos medios a nuestro alcance para “escuchar la Biblia”. Hay varias versiones en español, e incluso, hay algunas que son dramatizadas. En ellas podemos escuchar, no solos las palabras bíblicas, sino también el sonido del mar, de las aves o de los diversos sonidos de una batalla. Todas estas tecnologías se han convertido en muy buenos inventos para asegurar buenos proyectos para escuchar la Biblia. 

¿Qué sucedía en el primer siglo? En el primer siglo no tenían Biblias impresas como nosotros las tenemos hoy. Por lo que, era común que los santos, escucharan la Biblia siendo leída durante los diversos días de reunión que celebraban los domingos o durante la semana. No solo escuchaban las exportaciones de los expositores, sino también la Biblia misma. En ese contexto, Santiago incluye algunos pasos necesarios para ser buenos oidores de la Biblia. Estas cuatro acciones serán bien recibidas por nosotros, no solo para escuchar la Biblia o escuchar la exposición de la Biblia, sino también para sacar el mejor provecho en nuestra lectura de la Biblia. 


Paso # 1: Eliminar la suciedad. 


"Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia" (v. 21a). 


El viaje hacia el mejor aprovechamiento de nuestra lectura bíblica inicia en nuestro interior. Usted nunca está realmente listo para escuchar la palabra de Dios, hasta que haya realizado una limpia profunda sobre su corazón. 


Cuando uno se encuentra haciendo un trabajo sumamente sucio, como el de limpiar una alcantarilla que ha estado estancada por varios días, es imposible no ensuciarse. La ropa, y aún nuestro cuerpo se ensucian con la materia que allí se encuentra, con el agua sucia, la tierra y el olor mismo queda impregnado hasta en nuestros cabellos. Bueno, imagine un día usted trabajó en eso, y tiene una fiesta de gala a las 5 de la tarde. ¿Qué hace usted? ¿Acaso no trabaja en ello hasta el tiempo que le permita poder bañarse, y entonces quedar limpio para poder entrar y gozar de esa fiesta? Pero, ¿qué sucedería si usted no tomó el tiempo para asearse, y se va así como está a la fiesta? ¡De seguro no lo dejan entrar! Y si llega a colarse a la fiesta, será una experiencia muy desagradable para sus familiares, amigos y para usted mismo. Se sentirá tan incómodo, que no podrá disfrutar de la fiesta al máximo. Por mucho tiempo será el “hazme reír” de mucha gente, siendo una parte de la historia de su vida que desearía nunca hubiera pasado. 


Bueno, eso es exactamente lo que dice Santiago. Para obtener un mejor provecho de nuestra lectura de la Biblia, necesitamos “desechar” de nosotros “toda inmundicia y abundancia de malicia”. La palabra “inmundicia”, en algunos contextos hace referencia a la “cera del oído”. Es interesante que en el verso 19, Santiago exhorta a los creyentes a ser “prontos para oír”, pero cuando tenemos “cera en el oído”, será muy difícil escuchar lo que Dios quiere decirnos. Nuestros oídos espirituales, estando sucios, serán como los de un hombre “sordo”, y dará como resultado que, el bendito mensaje de Dios que existe en su palabra, nunca llegará a nuestro corazón, y la bendición resultante de escuchar la palabra de Dios nunca será una realidad. El efecto en nuestra vida nunca sucederá. No habrá ningún cambio, no habrá crecimiento, no habrá provecho alguno. Por eso, todo prejuicio, todo pensamiento malo en contra de la Biblia, toda obra carnal debe ser desechada para que haya un verdadero provecho de escuchar la palabra de Dios. 


¿Nunca nos hemos preguntado cómo es que hay personas que pasan años en la iglesia, cantan todos los himnos del himnario, participan en las oraciones, participan en la colecta para la obra de la iglesia, han escuchado una gran variedad de sermones bíblicos, y luego siguen viviendo sin que se vea un cambio en ellos? No crecen. Si llegaron a la iglesia, enojados, siguen enojados, o con rencor, o con odio, o con lujuria, o con algún vicio. Siguen sin arrepentirse, o siguen sin perdonar, o siguen entretenidos con las cosas del mundo. No se ven cambios. 


La Biblia es el único medio que contiene todo lo necesario para que el hombre pueda experimentar una nueva vida, pero si el hombre no desecha la suciedad de sí, entonces nunca podrá obtener provecho de todo lo que Dios nos ha revelado en su palabra. 


He allí la importancia del arrepentimiento. Esta palabra significa literalmente, “cambio de mente”. Tiene que ver con lo que piensa la persona sobre algo. Por años usted ha tenido un pensamiento sobre algo, y cuando se arrepiente, entonces ahora piensa de manera diferente. Eso es arrepentimiento. El cambio de mente, es un cambio de corazón, y así, este produce un cambio de vida, un cambio de comportamiento. Si no hay arrepentimiento, entonces será imposible experimentar un sano crecimiento en el Señor. Eso nos dice que el arrepentimiento, debe ser algo que, durante nuestra vida de fe, y ante cualquier obstáculo que nos encontremos, debemos practicar. El arrepentimiento debe ser parte de nuestra vida ante todo aquello que represente un estorbo a nuestro crecimiento espiritual. 


Cuando estemos dispuestos a dar este paso, y hasta que lo hayamos dado, estaremos listos para el siguiente paso: 


Paso # 2: Reciba la Palabra. 


“recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (v. 21b). 


Hay una razón por la que debemos "con mansedumbre" recibir la Palabra de Dios. El verdadero arrepentimiento nos desnuda, dejándonos sin nada bueno que reclamar. Nos presentamos ante Dios, desnudos y expuestos, con todos los secretos revelados, todos los motivos ocultos descubiertos, todos los hechos vergonzosos arrastrados a la luz, cada pensamiento casual y cada palabra insensata llevada ante el Señor para que podamos ser perdonados y sanados. 


Un hombre orgulloso no puede arrepentirse. Su orgullo le impide admitir cualquier cosa. Pero cuando finalmente estamos desnudos, estamos en la posición ideal para recibir la Palabra de Dios, porque entonces tenemos un espíritu verdaderamente manso. 


Debemos "recibir" la Palabra de Dios de la misma manera que recibimos a un viejo amigo que ha hecho un largo viaje para vernos. Eso significa que cuando escuchamos la Palabra, no discutimos con ella y sacamos excusas. Le damos la bienvenida con los brazos abiertos. "Háblame, oh Señor, estoy listo para escuchar tu voz". 


La palabra "implantada", representa una semilla plantada en el suelo. La Palabra de Dios es como una semilla que crecerá dentro de nosotros para producir buenos frutos. Si combina esta verdad con la anterior, significa que cuando arrancamos las malas hierbas de la malicia, dejamos espacio para que la Palabra de Dios crezca dentro de nosotros y produzca el fruto de una vida conformada a la voluntad de Dios. Cuando eso sucede, la Palabra implantada es capaz de salvarnos. Nos libra del pecado, la culpa, la vergüenza, la condenación y la inmundicia moral del mundo que nos rodea. 


Aquí está la segunda pregunta: ¿Estoy dispuesto a recibir la Palabra de Dios con un corazón abierto? Si la respuesta es sí, podemos pasar al siguiente paso. 


Paso # 3: Hacer caso a lo que Dios dice. 


"Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos" (v. 22). 


El verdadero problema para muchos creyentes, no está en practicar la palabra de Dios, sino en que se “engañan a sí mismos”. De hecho, este es el peor engaño que pueda existir. Es verdad que mentira o engañar a otras personas es malo. Pero, engañarse a uno mismo es algo profundamente peligroso. 


El apóstol Juan hizo hincapié este mal allá en 1 Juan 1. En tres ocasiones, el dijo, “si decimos”


En el verso 6, dice: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”


En el verso 8, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”


En el verso 10, “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”


Si uno le miente a un amigo, eso es malo, pero al menos sabes lo que has hecho. Pero, si te mientes a ti mismo, es probable que ni siquiera te des cuenta de ello. No es de extrañar que el salmista haya confesado: "¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (Salmo 19:12). Solo el Señor mismo puede librarnos porque solo él ve incluso aquello que está oculto a nuestros ojos. 


Esto lleva a una tercera pregunta: ¿Estoy dispuesto a ser reprendido por el Señor? Una cosa es leer la Biblia, y otra cosa es dejar que la Biblia nos guía, nos transforme. 


Paso # 4: No olvide la verdad. 


“Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” (v. 23-25). 


Santiago comienza con una ilustración que todos los hombres entienden. La mayoría nos duchamos, nos afeitamos, nos peinamos, echamos un vistazo rápido y decimos "no estoy tan mal". 


Si la Biblia es un espejo que revela nuestra verdadera condición, muchos de nosotros nos alejamos pensando que somos mejores de lo que realmente somos. Si bien puede estar bien decir "no estoy tan mal" cuando se trata de nuestra apariencia, es mortal decir eso acerca de nuestra vida espiritual. ¿Por qué? Porque, cuando decimos “no estoy tan mal”, entonces entramos a un terreno muy peligroso: 


  • El verdadero peligro es olvidar. 
  • El verdadero peligro aquí es olvidar. 
  • Leemos "Amaos unos a otros" pero luego nos olvidamos. 
  • Leemos "Ora sin cesar", pero luego lo olvidamos. 
  • Leemos "Alégrate siempre", pero luego nos olvidamos. 
  • Leemos "dad gracias por todo", pero luego nos olvidamos. 
  • Debemos "mirar atentamente" la verdad de Dios. No debemos olvidar lo que hemos oído. 


Tenga en cuenta que la Biblia se llama la "la perfecta ley, la de la libertad". Eso suena muy arcaico para los oídos modernos. No equiparamos ley con libertad. Creemos que la ley restringe nuestra libertad al decirnos qué cosas no debemos hacer. Eso es en parte cierto. Después de todo, muchos de los mandamientos son negativos. La ley pone límites a nuestro comportamiento. Nos dice que no adoremos a otros dioses, que no hagamos ídolos, que no usemos mal el nombre de Dios, que no asesinemos, que no cometamos adulterio, que no robemos, que no demos falsos testimonios ni que codiciemos. Pero esas leyes fueron dadas por Dios para protegernos de nuestra ignorancia y error. Son una protección para salvaguardarnos. 


Por ejemplo, un hombre puede aburrirse con su matrimonio y decidir que necesita divertirse un poco al margen. Así que se une a uno de esos sitios web dedicados a ayudarte a tener un romance discretamente. Pero un día, los piratas informáticos rompen el cifrado y, de repente, su nombre se transmite al mundo como adúltero. Le cuesta su reputación y su matrimonio, y puede costarle su carrera. Queda esclavizado por una mala reputación, y siempre que no lo piense, los dedos acusadores apuntarán sobre él. 


Mientras tanto, aquí hay un hombre que ama a su esposa, quien debido a una promesa que le hizo, lucha contra la tentación, mantiene sus votos, se mantiene fiel y no tiene una aventura amorosa. Él y su esposa han pasado por las pruebas de la vida lado a lado y de la mano. Cuando llegan al final de su viaje terrenal, siguen juntos. 


¿Qué hombre, de los dos, es verdaderamente libre? ¿El hombre que guardó las reglas o el hombre que las rompió? 


Conclusión.


  • ¿Estoy dispuesto a arrepentirme de mi pecado? 
  • ¿Estoy dispuesto a recibir la Palabra con un corazón abierto? 
  • ¿Estoy dispuesto a ser reprendido por el Señor? 
  • ¿Estoy dispuesto a obedecer incluso cuando no es fácil? 


Si no estamos dispuestos, entonces nunca obtendremos provecho de escuchar la palabra de Dios. Si nuestros corazones no están dispuestos, podemos leer la Biblia por la mañana y escucharla toda la tarde y permanecer sin cambios por la noche. ¿Está usted dispuesto?

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