LAS RESPUESTAS DE DIOS PARA LAS EXCUSAS DEL HOMBRE.

Éxodo 3:1-12

Por un momento, vamos a ponernos en el lugar de Dios. Usted es el creador del universo, gozando de todas las cualidades propias de la deidad, como la omnipotencia. Resulta que su pueblo está detenido como esclavos, y ha llegado el momento de liberarlos. ¿A quién elegiría usted para hacer ese gran trabajo? ¿Escogería usted a un líder militar? ¿Enviaría a un experto en política exterior? ¿A un diplomático? ¿Enviaría usted un orador, un hombre que pudiera dar discursos conmovedores para emblandecer los corazones de los hombres? Considerando a todos los habitantes de la tierra, ¿habría usted escogido a Moisés? Probablemente muchas personas no escogerían a Moisés. Después de todo, ya era un hombre de 80 años de edad. Era un desterrado y tenido por homicida en Egipto. Es verdad que él tenía muy buena educación, pero eso fue hace más de 40 años. Es verdad que él había estado en contacto con los círculos de mayor poder en Egipto, pero eso no solo había sido hace mucho tiempo, sino que ese mismo círculo fue quien lo desterró. No obstante, cuando llegó el momento de que Dios enviara un libertador, él es exactamente la persona que el Señor eligió para esa importante obra. Sin tomar en cuenta toda la historia, para muchos de nosotros no hubiese tenido sentido haber escogido a este hombre, pero, para Dios todo fue parte de su plan.


Mientras pensamos en eso, es importante discernir otro asunto. Estamos viviendo medio de un mundo que va camino al infierno. Las personas perecen diariamente, y cientos lo harán sin Dios y sin esperanza alguna; por tanto, necesitan desesperadamente escuchar el mensaje del evangelio para morir, estando preparadas para el día del juicio final. ¿A quién enviaría usted para ese propósito? ¿Buscaría un “super santo”, de esos que solo les falta “caminar sobre el agua”? Y ese es el caso, ¿no sería mejor rogar por ángeles para que hagan tan magna obra? O está la otra opción, la de viejos pecadores arrepentidos que llegaron a ser salvos por la pura gracia de Dios. ¿Sería prudente enviar a tal clase de personas, para hablar de la justicia de Dios a otros hombres, que quizás no han tenido vidas tan inmorales como estos? ¿No será mejor escoger a las mentes más brillantes, las personas más hábiles, y más “buenas” de entre nosotros, y que estén a la altura de la moralidad del mundo? Bueno, Dios eligió alcanzar este mundo por sí mismo, y miró a su alrededor y decidió que los pecadores salvos fuesen los mejores candidatos para su obra.  


Hasta hoy en día Dios no ha cambiado de parecer. Él nos salvo a todos para que trabajemos para su gloria. Pablo dijo, “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). No obstante, cuando se trata de obedecer a Dios, comenzamos a presentar excusas. Tratamos de encontrar todas las razones bajo el cielo por las cuales no podemos ser quien él quiere para hacer su voluntad. ¿Y sabe qué? Eso mismo era el problema de Moisés. No obstante, cuando analizamos la manera en que Dios manejó hábilmente las excusas de Moisés, entonces aprendemos que también puede manejar las nuestras. Estas enseñanzas son para aquellos que creen que no pueden servir a Dios porque se sienten incapaces. Entonces, consideremos seriamente las respuestas de Dios para las excusas de los hombres.


LA EXCUSA DE LA INCAPACIDAD


En el versículo 11, de Éxodo 3, tenemos a Moisés sumamente preocupado. El texto dice, “Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”. La preocupación de Moisés tiene que ver con su persona. Él se describe a sí mismo como “un don nadie”, y por lo tanto, cree que no está calificado para ir a Faraón y exigir la liberación del pueblo.


Lo interesante, es que, en las iglesias, muchos tienen ese mismo sentir sobres sí mismos. Sienten que no son los indicados, que no están calificados, que su capacidad no es como la de alguien más, o que simplemente no gozan de la capacidad de hacer correctamente aquello que Dios espera que hagan. Sin embargo, en la prisa por rendirnos antes de comenzar, olvidamos una verdad importante: ¡Dios te eligió! Si usted cree que no está calificado, que no puede hacerlo bien, o que no tiene la capacidad, ¡entonces está diciendo que Dios no sabe lo que está haciendo! Está afirmando que Dios hace muy mal trabajo en escoger a sus siervos. Pero, ¿quién sabe mejor, usted o Dios? Usted no se cree capaz para hacer aquello que Dios espera que haga, pero sí se siente capaz de juzgar a Dios como uno que se equivoca al entregarnos un trabajo para el que no estamos calificados. Por tanto, cambie su mentalidad ahora mismo, y confié en que Dios sabe lo que está haciendo.


Ahora, vea la respuesta de Dios en el versículo 12, “Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. La respuesta de Dios a Moisés, y a nosotros, es dar un par de preciosas promesas.


Primero, Dios promete diciendo, “Iré contigo”. ¿Leyó con atención? Es interesante que muchos de los que dicen que Dios existe, siempre terminan viviendo sin él. Terminan con la idea en su corazón de que el Señor no está presente. Terminan con la idea en su corazón de que Dios nos deja abandonados a nuestra suerte. Nos manda y luego nos abandona, sabiendo que sin él no llegaremos a ningún lado. Nos manda y luego nos abandona, sabiendo que sin él estamos destinados al fracaso. Jesús dijo, “separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5), ¿cómo, pues, podemos pensar que el Señor no irá con nosotros hoy? Cuando envió a sus apóstoles a predicar el evangelio, les dio exactamente la misma promesa, diciendo, “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Antes de eso, les había dicho, “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). Cuando el apóstol Pablo habló acerca del juicio que estaba padeciendo por parte de los enemigos de la fe, dijo, “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon” (2 Timoteo 4:16). Esto, desde luego, es una lamentable situación. No obstante, Pablo añadió, “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león” (v. 17).


En segundo lugar, Dios le dijo, “cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. Esta es la promesa de una gloriosa reunión. Con estas verdades en mente, hay una lección que podemos nosotros aprovechar.


1. Si Dios nos ha llamado, lo ha hecho con pleno conocimiento de nuestras debilidades e incapacidades. Él nos conoce íntimamente, como dice el Salmo 103:14, “Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo”.


2. Si Dios nos ha llamado, él sabe que podemos cumplir la tarea a través de su fuerza. Pablo escribió, “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corinitos 4:7). Confiemos en que él conoce el final desde antes que inicie la historia.


3. Cuando nos envía a su obra, nunca nos envía solos. Recuerde, “yo estoy con vosotros, todos los días”, dijo e Señor.


4. Después de que el trabajo haya terminado, gozaremos al estar reunidos con él, donde gozaremos total y plenamente de su presencia. El Señor dijo, “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3)


La próxima vez que usted quiera excusarse, señalando sus incapacidades, debe enviar ese pensamiento a las profundidades del infierno de donde proviene. Sí, es verdad que todos somos incapaces, todos tenemos diversas debilidades, es verdad que no tenemos las calificaciones, pero a través del poder y la compañía de Dios, ¡cualquier cosa puede ser hecha! ¿Recuerda a Gedeón y su pequeño ejército?


LA EXCUSA DE LA INCOMPATIBILIDAD


Después que Moisés contó a Dios sobre sus incapacidades, ahora le habló sobre sus deficiencias. En el verso 13, de Éxodo 3, leemos: “Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?”. En otras palabras, Moisés le dice a Dios, “No sé mucho sobre quién eres”.


Muchos padecen esta misma deficiencia que Moisés manifiesta. No solo sienten que son incapaces de servir al Señor como deberían, pues también hay una sensación de incompatibilidad. Sienten que no son los adecuados para hacer la obra del Señor. ¿Y por qué se sienten así? Bueno, por la sencilla razón de que no saben lo suficiente sobre Dios, sobre su palabra, y tienen temor de fracasar en cumplir con la voluntad de Dios.


No obstante, Dios le responde a Moisés, y con él, a nosotros también. Dios le recuerda a Moisés sobre su persona diciendo, “YO SOY, EL QUE SOY”. Si bien Moisés puede ser inadecuado, el Dios que lo llama, que lo envía y que va con él sí que lo es. En esencia, Dios le está diciendo a Moisés: “Solo has lo que te digo y te mostraré quién SOY”. En otras palabras, Dios estaría obrando en el momento mismo que Moisés esté llevando a cabo su voluntad. 


Así es como el Señor trabaja en nuestras vidas. Él nos lleva a seguirlo por fe y sabemos muy poco acerca de Él o de Sus caminos, pero a medida que surgen las necesidades, Dios se muestra adecuado y fiel a cada desafío. Este gran nombre, YO SOY, se convierte en una abierta declaración de hechos. En esas 2 palabras, Dios nos dice que Él es lo que necesitamos que sea en cada momento de nuestras vidas. No hay una situación en la que usted se encuentre, para lo que Dios no tenga la solución. ¡Él puede y nos capacita a medida que avanzamos en la vida!


Seguir al Señor por fe es a menudo un asunto aterrador. Cuando observamos el tamaño de la tarea y comparamos nuestras habilidades con ella, a menudo nos vemos sin lo que se necesita para un verdadero éxito. Sin embargo, al pensar de esa manera, ¡siempre dejamos a Dios fuera de la ecuación! Pero, cuando se tiene en cuenta a Dios, 2 + 2 no necesariamente serán 4. ¿Todavía recuerda que Dios alimentó a 5000 mil hombres con cinco panes y dos pescados, y hasta sobraron 12 cestas más?


Nunca permita que la falta de educación, la falta de dinero, la falta de habilidad o cualquier otra cosa le impidan ser todo lo que Dios quiere que sea. Incluso, si no puede ver dentro de usted los recursos necesarios, simplemente sea fiel a obedecer a Aquel que lo llamó y lo colocó en su obra. Sobre todo, cuando se esté midiendo contra la tarea, recuerda siempre medir al que está por encima de todos los demás y sobre todo los obstáculos. Recuerde que el Señor “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).


Noé probablemente no se sintió adecuado al lado del Arca que tenía que construir. David debe haberse sentido bastante pequeño al lado de Goliat. Sin duda alguna los tres hebreos sabían que sus cuerpos no eran adecuados para estar dentro del horno de fuego. Daniel también sabía que él, por sí mismo, no tenía ninguna esperanza de vida en el foso de los leones.  A lo largo de toda la Biblia, el pueblo de Dios ha sido colocado junto a obstáculos contra los cuales se veían y se sentían inadecuados, pero con el poder de Dios obrando a través de ellos, pudieron vencerlos a todos. Si Dios lo hizo por ellos, ¡también lo hará por nosotros! 


LA EXCUSA DE LA INFERIORIDAD 

(Éxodo 4:1-9).


Después que el Señor responde las anteriores excusas, ahora Moisés plantea el problema de la incredulidad del pueblo. Si les digo que tuve una reunión personal con Dios mismos, ellos, con carcajadas de por medio, me van a decir que estoy mintiendo. Después de todo, ¿Quién es Moisés para creer que Dios habló con él, personalmente?


Muchos creyentes sienten exactamente esto cuando se trata de servir al Señor sin temor. Muchos parecen tener la impresión de que otros pensarán que están locos cuando comiencen a hablar de su relación personal que tienen con el Señor Jesucristo. A menudo, ante el mundo nos sentimos inferiores como para la gente crea que tenemos comunión con Dios. Hemos creído, nos hemos arrepentido y gozamos del perdón de nuestros pecados, pero ese sentido de inferioridad nos hace dudar, y nos hace hablar con incertidumbre y miedo ante el mundo. Sobre todo, ante un mundo que tiene la firme convicción de que no somos nadie como para estar hablando de Dios y su Palabra.


La respuesta de Dios a Moisés es hacerle saber que cuando el Señor termine de trabajar en él y a través de él, ¡no habrá dudas en la mente de los demás sobre la verdad de la historia de Moisés! De hecho, Dios aclara en el versículo 9 que, sin importar lo que digan los escépticos, ¡seguirá trabajando en Moisés hasta que estén seguros de que su historia es genuina!


Esto también es cierto en la vida de los hijos de Dios. Cuando el Señor ha perdonado nuestros pecados, y aunque el mundo no lo vea, ni lo crea, el poder de Dios obra sobre nuestras vidas, echando el pecado y sus consecuencias lejos de nuestras almas. Cuando obedecimos el evangelio, por ejemplo, él llevó a cabo una obra maravillosa sobre nuestras vidas. De esta obra habla Pablo en 2 Corintios 5:17, diciendo, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Y ahora que ya somos cristianos, si tropezamos, el apóstol Juan dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Por tanto, ¡no somos inferiores a nadie en este mundo!


Por lo tanto, permitamos al Señor el derecho de paso en nuestras vidas. Démosle espacio para que trabaje en nosotros y este mundo perdido vea que hay poder en la sangre del Señor, que Jesús todavía salva almas, y que también hay esperanza para sus almas.


LA EXCUSA DE LA ENFERMEDAD 

(Éxodo 4:10-17)


En un último esfuerzo por escapar del yugo que Dios quiere para él, Moisés recurre a algún tipo de impedimento del habla. Puede ser que Moisés solo haya pensado y, por lo tanto, haya respondido lentamente, o que haya tartamudeado. Cualquiera que sea la enfermedad, Moisés trata de usarlo como una excusa para no hacer la voluntad de Dios.


Muchos de los hijos del Señor son como Moisés. Observan su falta de educación, una discapacidad física, su edad, sus ingresos, lo que sea, en un esfuerzo por mantenerse fuera del campo de acción del Señor. En verdad, estas no son excusas legítimas para no servir al Señor. De hecho, ¡no hay ninguna! Sea cual sea su retraso, Dios lo sabía bien antes de elegirlo para su trabajo. Por lo tanto, nuestro deber es rendirnos a Su mano y permitirle que obra a través de nosotros libremente.


La respuesta para Moisés, es que Dios hizo la boca y la mente del hombre, ¡y fue capaz de darle al hombre lo que necesitaba cuando lo necesitaba! Note el intento de Moisés de posponer a Dios - v. 13, “¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar”; ante esto Dios se enoja y le promete ayuda. Él enviará a Aaron, su hermano, como portavoz.


Usted y yo no tenemos necesidad de temer ser usados ​​por el Señor. Él sigue siendo Dios, y todavía puede tomar a aquellos a quienes ha salvado y llenar sus mentes y sus bocas para Su gloria - Lucas 12:11 – “Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir”.


Ademáis, ¡También a nosotros se nos ha dado una variedad de ayudas! Tenemos las Escrituras, tenemos otras habilidades, y tenemos hermanos que pueden trabajar lado a lado con nosotros. Él siempre está con nosotros y nos enseñará lo que necesitamos saber en el camino.


Si su excusa es la debilidad, deje ese pensamiento a un lado. Dios usó una burra para hablar con Balaam, usó un gallo para avisar a Pedro, y sin duda alguna podrá usarlo a usted también. Todo lo que Dios pide, es que usted esté disponible para hacer el trabajo.


CONCLUSIÓN


Me parece que, independientemente de las excusas que el hombre inventa para no hacer la voluntad de Dios, Dios siempre tiene una respuesta. Si usted olvida todas las respuestas de Dios, solamente debe recordar esto: Dios quiere usarle. Él le ha salvado por su gracia y ha hecho algo en su vida. Ahora, Él quiere presumirle ante un mundo perdido y moribundo. Lo mejor que usted y yo podemos hacer es arrojar nuestras excusas y darnos cuenta de que Dios puede donde nosotros no podemos. El deseo de nuestro corazón debe ser servirlo a toda costa, independientemente de lo que Él pida de nuestras vidas. Después de todo, lo dio todo y no nos pide menos. ¿Está dispuesto a dejarse usar por él? ¿Está dispuesto a decir, “Heme aquí, envíame a mí", como lo hizo Isaías? Si es así, la estación de reclutamiento está abierta. Todo lo que digo es lo que Moisés le diría si estuviera aquí. Él diría: "Hermanos, pueden discutir con el Señor hasta que tengan la cara larga, pero Él siempre hará lo que se ha propuesto. Por eso, les animo a someterte a su bendición, antes que a Su látigo”.


Lorenzo Luévano Salas.

Siervo de Cristo.

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