Rahab: ya nunca fue lo que solía ser


Josué 2:1-24 


Una vez hubo un hombre rudo e inculto que por alguna razón desconocida se enamoró de un hermoso jarrón en un escaparate. Finalmente compró el jarrón y lo puso sobre la repisa de la chimenea de su habitación. Una vez que estuvo allí, se convirtió en una especie de juicio sobre su entorno. 


¿Por qué? Porque tuvo que limpiar la habitación para que fuera digna del jarrón. Las cortinas parecían sucias a su lado. La vieja silla con el relleno saliendo del asiento ya no sería suficiente. El papel tapiz y la pintura debían rehacerse. Poco a poco, toda la habitación se transformó. 


Mis hermanos y amigos, cuando ponemos a Cristo sobre el manto de nuestro corazón, toda nuestra vida también se transforma. Es este tipo de transformación que presenciamos en este capítulo. Los israelitas estaban a punto de entrar en Canaán y reclamar su tierra prometida. La primera ciudad a la que tendrían que enfrentarse era la gran ciudad amurallada de Jericó. Si pudieran tomar esta ciudad, fácilmente podrían dividir el país en dos y luego moverse desde allí para conquistar el norte y el sur. 


Antes de atacar la ciudad, Josué envía dos espías a la ciudad para examinar el estado de ánimo de la gente y determinar si estaban preparados o no para la guerra que se avecina. Cuando estos dos hombres llegaron a Jericó, fueron a la casa de una ramera. Su propósito al entrar en la casa de una ramera no era inmoral. Sus razones eran más bien estratégicas. Ver a dos hombres entrando en la casa de una ramera no llamaría demasiado la atención. 


Lo que encontraron cuando entraron en la casa de Rahab debe haber sido un shock para los espías. Encontraron a una mujer que ya había sido cambiada por el poder de Dios. Cuando conocieron a Rahab, descubrieron que ella no era quien debería ser, no era quien solía ser. 


Rahab es una demostración del poder de Dios para transformar vidas. Lo que quiero que vean en este texto es cómo el Señor toma a los pecadores que pondrán su fe en Él y los cambia completamente por Su poder. Escuche los hechos que se presentan en este pasaje. Y mientras lo hace, si usted es cristiano, debe regocijarse en el gran cambio que Jesús ha hecho en su vida. Si no es cristiano, escuche lo que el Señor hizo por Rahab y considere venir a Jesucristo para que pueda ser salvo y transformado por Su poder. 


Quiero decirles hoy que Rahab: ya nunca fue lo que solía ser. Dios cambió su vida y también puede cambiar la nuestra. Consideremos los hechos que este pasaje nos presenta hoy.


¿QUÉ ES LO QUE SOLÍA SER?


En el versículo 1, de Josué, capítulo 2, leemos: “Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra, y a Jericó. Y ellos fueron, y entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab, y posaron allí.”.


Rahab era una pecadora desafiante. Rahab era una ramera. Llevaba un estilo de vida perverso, vendiendo su cuerpo a los hombres por dinero. Su vida fue una vida de profunda depravación y maldad.  


Algunas “expertos de la Biblia” han tratado de redimir a Rahab diciéndonos que la palabra traducida como "ramera" no es exacta, pues nos dicen que también puede referirse a la persona que atiende una posada. Y bueno, yo no tendría ninguna autoridad para cuestionar a los “expertos biblistas”; pero, por lo que dice el Nuevo Testamento, no hay manera de escapar al hecho de que Rahab era una “ramera”. Por ejemplo, en Hebreos 11:31, leemos de “Rahab la ramera”. En Santiago 2:25, también se habla de “Rahab la ramera”. En estos dos textos bíblicos del Nuevo Testamento, leemos la palabra “porne”, es decir, “prostituta”, “ramera”. Esta palabra se usa para hacer referencia a la mujer que vende su cuerpo para usos sexuales; una ramera. Una que se entrega a la contaminación sexual por lucro. Entonces, parece claro que Rahab era una mujer malvada que vivía un estilo de vida contaminado. 


Rahab es una imagen de cada persona que está perdida en el pecado hoy. Puede que usted no tenga los mismos pecados que ella, pero si nunca ha puesto su fe en Jesucristo como su Salvador, entonces estás perdido en el pecado y necesitas nacer de nuevo. Desde luego, tal vez usted piense que su vida no está tan sucia como la de una prostituta; pero, la triste realidad, es que su vida sin Cristo está tan sucia y corrupta como la de cualquier otro pecador. Mire lo que dice Romanos 3:10-17, sobre la vida de los hombres que viven sin Jesucristo: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz”. 


Si está fuera de Cristo hoy, se encuentra en una situación desamparada y desesperada, como dice Efesios 2:1-3, usted está muerto en sus delitos y pecados. Está “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”. En esta condición, usted vive en los deseos de su carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y es por naturaleza hijo de ira, viviendo sin Dios y sin esperanza en este mundo. Y aunque usted juzgue su vida como aceptable, como buena, la realidad es que no lo es. Ante los ojos del juez del universo, su vida no es justa. Él dice en Isaías 64:6, “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”. 


Rahab estaba muerta en sus pecados. Rahab estaba viva físicamente, pero espiritualmente estaba muerta en sus pecados. Esta es la condición de toda persona que no tiene comunión con el Señor. Quien vive en esta condición, esta “teniendo el entendimiento entenebrecido, vive ajeno de la vida de Dios por la ignorancia que en él hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18). Mientras viven, están muertos (1 Timoteo 5:6). Sus nombres no están escritos en el libro de la vida. Y dice Apocalipsis 20:15, “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. 


Rahab era una pecadora condenada. De hecho, vivía en una ciudad que ya había sido seleccionada para la destrucción. En Deuteronomio 20:16-18, hablando de diversas ciudades entre las cuales está Jericó, dice, “Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado; para que no os enseñen a hacer según todas sus abominaciones que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra Jehová vuestro Dios”. 


Como vemos, ¡Dios ya había determinado que Jericó caería! Estoy seguro de que la gente que estaba viviendo allí, se sentían confiadas y razonablemente seguras detrás de los muros de su ciudad. Sin embargo, Dios ya había dictado sentencia sobre ellos y estaban condenados a la destrucción. Es posible que la gente de Jericó no sintiera que estaban en gran peligro, ¡pero de todos modos fueron condenados!  


¡Todo pecador perdido está en la misma situación! La persona perdida puede sentirse segura hoy, y puede que no crea que existe ningún peligro. Pero, a pesar de eso, la Biblia nos dice que los perdidos ya están condenados, “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). Aunque no lo sientan, por su incredulidad están bajo la ira de Dios, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está (ahora mismo) está sobre él” (v. 36). 


La ciudad de Jericó, a pesar de su estilo de vida, a pesar de su origen pagano, a pesar de su condición perdida, Dios le había dado cuarenta años de gracia, misericordia y advertencia. ¿Cuánto tiempo le ha dado Dios a usted? Ustedes que son salvos; ¿Cuántas veces el Señor tocó su corazón antes de que respondieran con fe? Como vemos, ¡Dios es misericordioso! 


Si usted está perdido, debe tener mucho cuidado al presumir de la gracia de Dios. La Biblia deja en claro que hay un límite para la paciencia al llamar a los perdidos para que vengan a Él para salvación. Por ejemplo, en Génesis 6:3, dice, “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años”. ¡Es peligroso retrasar la llegada al Señor! Si ha estado esperando y esperando algo, ¡no espere más! ¡Venga a Jesús mientras le está llamando por el evangelio! 


RAHAB FUE LIBERADA ESPIRITUALMENTE (Josué 2:2-11)


¿Cómo fue esto posible? En los versos 10-11, leemos las palabras de Rahab que dicen, “Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra”. Aquí tenemos… 


Fue liberada por lo que ella reconoció. Rahab les dice a los espías que ella y la gente de Jericó han escuchado las historias de lo que sucedió en Egipto, y de los reyes que habían derrotado en el camino. Noten la manera en que se expresa en el versículo 9. Ella dice, “Sé que Jehová os ha dado esta tierra”. ¿Lo ven? Ella habla en primera persona. Luego, en el versículo 10, dice, “hemos oído”. 


Durante los 40 años transcurridos desde que Israel salió de Egipto, las noticias sobre Israel, su progreso y el poder de su Dios habían llegado a oídos del pueblo de Jericó. Quizás viajeros, o personas que huían del avance de Israel, pasaron por Jericó y les hablaron sobre Israel y su Dios. El pueblo de Jericó había oído que Israel venía y que el Dios de Israel estaba vivo y era poderoso. Rahab escuchó sobre el Dios de Israel. Fue un mensaje de juicio, pero le presentó al Dios vivo y verdadero. Al final, el mensaje que le llegó a Rahab fue un mensaje de vida. 


Dios todavía tiene un mensaje que se está proclamando en todo el mundo hoy. Es el único mensaje que puede tomar al pecador más vil y convertirlo en una nueva criatura. Ese mensaje es el Evangelio de Jesucristo. Este mensaje nos habla del Dios verdadero que nos amó tanto y envió a su Hijo unigénito a morir por nuestros pecados en la cruz (Juan 3:16). El Hijo de Dios sufrió en terrible agonía y derramó Su sangre para hacer posible el perdón de nuestros pecados. Tres días después, el mismo hombre que murió en la cruz se levantó de entre los muertos para traer vida eterna a todos los que invoquen Su Nombre (1 Corintios 15:3-4). Este es el mensaje que necesita escuchar hoy. ¡Es el único mensaje que traerá vida eterna a una persona muerta en pecado! (Romanos 1:16).


Fue liberada por lo que ella aceptó (Josué 2:9-11). Ella no solo escuchó el mensaje del Dios de Israel; ella también aceptó ese mensaje. Este mensaje produjo una respuesta de fe en el corazón de Rahab. Vean lo que ella dice acerca de Dios. En el verso 9, ella lo llama “Jehová”. En el versículo 11, dice que “Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra”. En el versículo 12, vuelve a expresar su fe en Dios cuando lo llama a ser testigo de su pacto que hace con los espías. Ella dice, “Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová”. Todas estas declaraciones son una evidencia de la fe que Rahab ahora tiene en el Señor. Pero, si usted duda de mi juicio, he aquí lo que dice el Espíritu Santo en Hebreos 11:31, sobre ella: “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”. ¿lo ve? Por la fe, por la fe, por la fe. Ella oyó acerca de Dios y actuó con fe. ¡Ella puso su fe en el Dios de Israel! 


Esto es exactamente lo que debe suceder en la vida de la persona perdida para ser llevada a Cristo. Debe escuchar el mensaje y luego deben recibir ese mensaje, obedeciendo lo que se le manda. Pero, primero, necesita escuchar, y así, tener fe, como dice Romanos 10:17. 


El mensaje de salvación se predica al pecador. Escuchan el Evangelio y el Espíritu Santo los convence de la verdad del Evangelio, Juan 6:44. Cuando obedecen el Evangelio, son salvos por la gracia de Dios. Permíteme recordarles que, la salvación no puede ser suya mientras su fe esté en otra cosa que no sea Jesucristo y Su obra. Si confía en la oración del pecador para salvarse, estará perdido todavía. Si confía en la membresía en una iglesia, estará perdido todavía; o si confía en cualquier otra cosa en este mundo, que no sea aquello que enseña el evangelio, estará perdido y necesitado de Dios todavía. 


Deténgase por un momento y piense en todo lo que Rahab no tenía. Ella no tenía Biblia. Ella no tenía iglesia. Ella nunca había conocido a un predicador. Nunca había escuchado un sermón del Evangelio, ella nunca ha cantado un himno o leído un tratado sobre el Evangelio. Ella vivía en el corazón de una ciudad pagana, viviendo una vida malvada sin conocimiento de Dios. Pero Dios, en Su gracia, abrió su corazón y le permitió escuchar algo sobre Él. Creyó lo que escuchó, estuvo dispuesta a hacer su voluntad y fue salva. 


Y usted, ¿Qué es lo que tiene? Mire todo lo que tiene. Tiene la Biblia, la iglesia, la predicación del Evangelio, cánticos, libros, etc. Dios le ha dado mucha luz. ¿Qué es lo que le impide venir a Él? ¿Por qué se demora? Ha oído hablar de Jesús. Has oído hablar de lo que hizo en el Calvario. Ha oído hablar de la tumba vacía. Has oído hablar de su amor. Has escuchado Su llamado. Sabe que necesita ser salvo. Tiene mucho más que Rahab, simplemente necesita actuar en consecuencia y venir a Jesucristo para la salvación. Daremos cuenta de lo que hacemos con la luz que se nos da, Lucas 12:48.


RAHAB Y SU OBEDIENCIA ESPIRITUAL (Josué 2:12-22) 


Cuando Rahab llegó a la fe en Dios, ¡su vida se transformó para siempre! Lo que Dios hizo en ella es un milagro de su amor y gracia. Lo que hizo por Rahab, lo puede hacer por ti. Observe algunos de los cambios que Dios hizo en la vida de Rahab. Por cierto, estos cambios en su vida le trajeron satisfacción mientras caminaba con el Señor. 


Ella cumplió con su parte (Josué 2:1-7). Una de las pruebas más seguras de que Rahab estaba genuinamente convertida es el hecho de que se involucró en la obra del Señor. Ella escondió a los espías y los encubrió. Ahora, es verdad que en este proceso Rahab dijo una mentira, y nadie debe pensar que Dios aprueba la mentira; pero él simplemente lo registra en la Biblia. Rahab no es la única persona creyente en la Biblia que mintió. Abraham mintió, Génesis 12:10-20. Isaac mintió, Génesis 26:6-11. David mintió, 1 Sam. 21:2; 2 Sam. 12. Eliseo mintió, 2 Reyes 6:18-23. No podemos condonar su mentira, pero debemos verla como un caso de “el menor mal por el mayor bien". Dadas las circunstancias adecuadas, la mayoría de la gente aquí habría hecho lo mismo. Como algunos de los personajes de la Biblia, mentiríamos para proteger a un ser querido o nosotros mismos. Como Rahab, podríamos optar por cometer “el mal menor por el bien mayor. " 


Piense en esto: Rahab era pagana. Se crio en una cultura de corrupción, donde las mentiras eran tan comunes como la suciedad. Ella era una creyente, pero nunca le habían enseñado. Ella nunca había leído una Biblia. Ella nunca había escuchado el mandamiento que dice: " No darás falso testimonio contra tu prójimo", Éx. 20:16. Solo tenemos que aceptar el hecho de que, como el resto de nosotros, Rahab no fue perfecta, y aún tenía mucho por aprender. 


Al parecer, Rahab ya había dejado de vivir la vida de una ramera. El versículo 6 nos dice que escondió a los espías debajo de un lino que estaba en el techo. El lino se utilizó en la producción de lino. Parece claro que ella había confiado en el Señor antes de que llegaran los espías. Parece que su vida había cambiado radicalmente por el poder de Dios antes de que llegaran. Incluso Santiago la usa como un ejemplo del creyente que prueba su salvación por las obras de su vida, Santiago 2:25. Es digno de notar que Santiago eleva la fe de Rahab al nivel de la de Abraham. El mensaje aquí es que no importa si usted es el Padre de los Fieles como Abraham, o una pobre ramera como Rahab, el Señor le ama y le salvará sin importar quién sea. Dios llama y salva a personas de ambos extremos del espectro de la vida. 


Nos puede gustar o no, pero la verdad de nuestra profesión está probada por la forma en que vivimos nuestras vidas, Santiago 2:18. Podemos decir lo que queramos, ¡pero lo que realmente somos se revela en lo que hacemos! ¡Una vida que pertenece al Señor Jesús será una vida que quiere involucrarse en las cosas de Dios! El fruto de tu vida prueba la raíz de tu vida, Matt. 7:20! Después de todo, cuando Jesús salva nuestras almas, nos dice que hemos sido "creados en Cristo Jesús para buenas obras”, Ef. 2:10. Las obras no salvan, ¡pero sí señalan a los que sí lo son! 


Rahab estaba preocupada por otros. En los versos 12 al 13, leemos: “Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte”. 


Note que Rahab está preocupada por aquellos en su familia que también están en peligro. Pero, ahora sabe que Dios les cuidará. Quiere la misma seguridad para su familia. Su corazón se conmueve para buscar ayuda para ellos. Imagínese el riesgo que corrió al contarle a su familia su plan. 


Rahab es una imagen de la persona que llega a la fe en Cristo. Una de las primeras cosas que ocurre cuando una persona viene a Jesús es el deseo de llevar a otros al Salvador (cfr. Juan 1:35-42; Marcos 5:18-20). Una de las señales más seguras de la salvación es el deseo de contarles a los demás acerca del Salvador. Rahab demostró que estaba salva. ¿Se puede decir lo mismo de nosotros? 


Ella fue realizada en su vida. Debido a que puso su fe en el Señor Dios de Israel, obtuvo algunas posesiones preciosas. Observe cómo Dios tomó a esta ex ramera y bendijo su nueva vida con la más ricas de bendiciones. 


Ella obtuvo una nueva realidad (Josué 6:20-25) - Debido a su fe, se salvó de la destrucción que se apoderó de su ciudad. ¡Todos los que estaban en su casa también se salvaron! Cuando los muros de Jericó cayeron, aparentemente había una sección que permaneció en pie. Era la sección que albergaba la casa de Rahab. Era un lugar que estaba marcado por una cuerda escarlata que colgaba de su ventana (Josué 2:18). 


Qué imagen se da aquí. Cuando un nuevo creyente pone su fe en el Señor Jesucristo, es inmediatamente liberado de la pena de sus pecados, que es el infierno, Romanos 5:9. Encuentra una nueva libertad en Jesús que le permite vivir mientras otros a su alrededor perecen. Y, así como una cuerda escarlata marcó el hogar de Rahab, también la sangre de Jesús nos marca como pertenecientes al Señor. Es así que en toda la Biblia vemos el miso rastro de sangre redentora. Israel en Egipto y la sangre del cordero pascual (Éxodo 12). Gracias a Dios por la sangre de Jesús (1 Pedro 1:18-19; Apocalipsis 1:5). 


Ella consiguió nuevos y destacados parientes (Josué 6:25; Rut 4:21-22). Cuando se juntan todos estos versículos, tenemos el resto de la historia sobre Rahab. Se casó con el pueblo de Israel y se convirtió en parte de todas las bendiciones del pacto del Señor. ¡Pasó de ser parte de una nación condenada a ser parte de una nación santa! 


Cuando un pecador perdido confía en Jesucristo para la salvación, se transforma de pecador en santo. Ya no está bajo la maldición de Dios, sino que se convierten en hijo de Dios. Como resultado, se convierte en participante de todo lo que el Señor tiene para Sus hijos aquí, 1 Corintios 2:9, y se vuelven parte de lo que Él tiene para Sus hijos allá arriba, Juan 14:1-3. 


El punto es que, mientras el resto de los vecinos de Rahab murieron en la guerra, ¡Rahab vivió y fue a una boda! Uno de estos días, usted y yo, personas que no merecen nada más que el juicio y la muerte, seremos los invitados de honor en una boda en el cielo, Apocalipsis 19:7-9. Cuando fuimos salvos, nos convertimos en parte de una nueva familia - 1 Juan 3:2. Pero, hay más sobre Rahab. 


Ella obtuvo una nueva reputación (Mateo 1:5). En este texto usted puede leer la palabra "Rahab", pero ya no más el término "ramera". Solo "Rahab", ya no más "ramera". Rahab fue sacada de la casa de la vergüenza y terminó en el salón de la fama. Esta mujer se convirtió en antepasado del Señor Jesucristo. De hecho, ella era la tatarabuela de David y era la suegra de Ruth. Dios la sacó de la cuneta de la vida y la hizo eternamente famosa. Le dio a esta pecadora un lugar en Su plan divino y eterno. 


Lo que el Señor hizo por Rahab, lo puede hacer y lo hará por nosotros. Podríamos pensar que Dios no nos aceptará porque hemos sido muy malvados. Pero, la verdad del asunto es que el Señor nos ama tal como somos y, nos tomará, nos salvará y hará de nuestras vidas una bendición y honor para Su gloria. Hermanos y amigos, Dios se especializa en tomar a los viejos pecadores perdidos, salvarlos por Su gracia y luego usarlos para tocar el mundo con Su poder (1 Corintios 1:26-29; Juan 6:37; Hebreos 7:25). 


Dios puede cambiarle su vida hoy; cambiarla con su poder y usarla para su gloria. Él no le convertirá en un antepasado de Cristo como lo hizo con Rahab, pero puede estar seguro que se convertirá en el antepasado de nuevos creyentes a medida que permita que el Señor use su vida. Puede que no se vuelva famoso aquí, ¡pero ellos sabrán quién es en el cielo! ¡Imagínese llegar al cielo y ser recibido por algunos a los que llevó a Jesús! 


CONCLUSIÓN


¡Es evidente que Dios cambió la vida de Rahab! Pero, ¿Qué pasa con usted? ¿Es usted salvo? Hoy usted puede serlo, si confía en Jesucristo y su palabra. 


No se demore, porque el retraso es peligroso. Dios tomó a una vieja ramera llamada Rahab y la salvó por gracia y la usó para Su gloria, y Dios quiere hacer lo mismo por usted. ¿Vendrá y hará lo que le pide que haga hoy?


Lorenzo Luévano Salas.

Siervo de Cristo.

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