Hagamos la voluntad de Dios (#1)

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”

(Mateo 7:21)


Introducción.


Amados hermanos y amigos, hoy estaremos iniciando una serie de sermones bíblicos titulada, “Hagamos la voluntad de Dios”.  Esta serie de mensajes tiene el propósito de invitarle a usted que no es cristiano, a que obedezca la voluntad del Señor y entregue su vida a él.  Y al que ya es cristiano, a que continúe viviendo fielmente a la voluntad del Señor.


El contexto del pasaje que hemos leído, inicia en el capítulo 5, verso 1 en adelante, y se extiende hasta el capítulo 7, verso 28.  Si usted no ha leído estos tres capítulos, le animo a que lo haga lo más pronto posible. Si usted lo hace, sin duda obtendrá un mejor aprovechamiento de esta serie de lecciones.


Jesús ha dicho que “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Hacer la voluntad de Dios es un tema muy, pero muy importante. El día de hoy veremos que la voluntad de Dios afecta nuestro carácter, y redunda en hermosas y gloriosas bendiciones para quien la práctica.


HAGAMOS LA VOLUNTAD DE DIOS, CULTIVANDO EL CARÁCTER CORRECTO (Mateo 5:1-12)


Es necesario ser pobres en espíritu (Mateo 5:3). No debe sorprendernos que esté en primer lugar porque es la clave para entender las demás. Ésta es la característica principal del cristiano, pues para el pensamiento hebreo, el pobre en espíritu es la persona humilde.  Debemos ser “humildes” para hacer la voluntad de Dios. La persona que no es humilde, nunca estará dispuesta a sujetarse a Dios, sino que siempre vivirá según sus propios deseos egoístas y pecaminosos.


Es necesario el quebrantamiento (Mateo 5:4). Para muchos es una paradoja llorar y ser felices.  El mundo egoísta y falto de humildad nunca aceptará este concepto. Ahora bien, este llanto no es el de las lágrimas derramadas por la muerte de un ser querido, sino de un aspecto del carácter humilde. Los que lloran son los que se afligen cuando se contemplan a sí mismos y se dan cuenta que no han sido del todo fieles y santos delante de Dios, buscando el perdón del Señor.  Son también los que ven la condición del mundo que vive sin Dios y esto les causa una profunda aflicción. Así que lloran por sus pecados y por la perdición de otros.


Es necesario ser mansos (Mateo 5:5). Este es el carácter de aquel que confía total y plenamente en Dios. Vive conforme a su guía y protección. El que es humilde y manso, siempre se gozará por hacer la voluntad de Dios.


Es necesario tener hambre y sed de justicia (Mateo 5:6). Debemos anhelar, promover y practicar la justicia de Dios. Esto afectará drásticamente nuestra vida moral y espiritual. Afectará la manera en que nos relacionamos con nuestro prójimo, con nuestra familia, con nuestros amigos, y con nuestros hermanos en Cristo.


Es necesario ser misericordiosos (Mateo 5:7). Si al mirar las consecuencias del pecado sentimos compasión por los que sufren, la misericordia (poner el corazón en la miseria) es la acción que ponemos en marcha para aliviarles. Implica tanto perdonar las ofensas como contribuir al bienestar de todo aquel que pueda necesitarlo.


Es necesario ser de limpio corazón (Mateo 5:8). El corazón es el centro de la personalidad en lo íntimo del ser. La pureza de vida del cristiano no es algo externo como pretendían los fariseos, sino interno, la fuente misma de donde procede la actividad moral del hombre (Mateo 15:18-19). Es lo opuesto a la hipocresía, por eso esto es necesario para hacer la voluntad de Dios como a él le agrada.


Es necesario ser pacificadores (Mateo 5:9). No se trata de proclamar la paz entre las naciones, sino de ser pacificador, ser hacedor de paz. Esta acción es sumamente necesaria para mantener la armonía entre hermanos en Cristo, y aún para con todos los hombres, reflejando así la vida de Dios que se pregona y comparte con el prójimo.


Es necesario soportar la persecución (Mateo 5:10-12). La forma gramatical “padecen persecución” indica que es el resultado de todo lo que se ha dicho. Los discípulos son perseguidos por lo que son, como lo podemos constatar allí donde la fe es rechazada. Nunca en la historia ha habido tanta persecución como la que sufren aquellos que hacen la voluntad de Dios, y hasta el día de hoy, por proclamar la voluntad de Dios, todavía somos objeto de burla y falsas representaciones.  Sin embargo, esto no debe ser motivo de tristeza, sino de dicha. Cristo dijo, “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:12).


HAGAMOS LA VOLUNTAD DE DIOS, SIENDO LA SAL Y LA LUZ DEL MUNDO (Mateo 5:13-16)


En estas palabras del Señor, es muy importante considerar el lugar en el que somos la sal y la luz.  ¿De dónde somos la sal y la luz? El Señor dice, “del mundo”.  La vida en Cristo no es para vivirse lejos del mundo en una montaña, u ocultos del mundo en una enorme bodega, sino entre aquellos que no conocen la voluntad de Dios.  Debemos mostrar al mundo cómo se vive la voluntad de Dios.  Ellos deben ver nuestras “buenas obras” para que glorifiquen a Dios.  Pero, ¿por qué el mundo no está glorificando a Dios? ¿Por qué se están burlando del cristiano? Porque muchos han dejado de ser “la sal y la luz” del mundo.


Mis hermanos, una cosa es ser “la sal y la luz” del mundo, y otra cosa es ser el “mundo” mismo, aquí hay una diferencia. Tanto la sal como la luz son diferentes de aquello en que se colocan para que ejerzan la función que les corresponde, ¿verdad? Por eso, si la sal “se desvaneciere”, ¿con qué será salada? ¿De qué sirve poner la luz debajo de un cajón? No sirve de nada.  El mundo está en tinieblas, vive en un estado de corrupción continua, y nosotros, hemos sido dejados en el mundo, para luchar contra esa corrupción, y para disipar las tinieblas del corazón de los hombres.  ¿Está usted siendo sal y luz del mundo? Hagamos la voluntad de Dios.


HAGAMOS LA VOLUNTAD DE DIOS, MANTENIENTO UNA RECTITUD DE VIDA (Mateo 5:17-20)


El Señor nos ha mostrado cuál debe ser el carácter que debemos cultivar para hacer su voluntad, y nos ha mostrado la importancia de practicar todo ello delante de los hombres.  No tendría sentido vivir las bienaventuranzas escondidos, o lejos de aquellos que necesitan conocer a Dios y su voluntad.


Sin embargo, alguien podría pensar que estos principios son contrarios a la ley de Dios, y a las palabras que los profetas han hablado en el pasado.  No es así. Jesús dice que él no tiene un conflicto con la ley de Dios, ni con los profetas. Por el contrario, él dice que ha venido a cumplir, tanto con la ley, como con los profetas. 


Ni Jesús, ni sus discípulos, ni nosotros tenemos un conflicto con la ley y los profetas. Los que tienen un conflicto con la ley y los profetas, son aquellos que no hacen la voluntad de Dios.  Pablo escribió, “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.” (1 Timoteo 1:8-11).  ¿Quiénes son los que tienen un conflicto con la ley de Dios? No es Cristo, ni sus discípulos, sino aquellos que no viven rectamente delante de Dios.  El apóstol Juan también declaró, “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4)


Mis amados hermanos, debemos vivir rectamente delante de Dios, porque “si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 7:20). La palabra clave que describe al que entrará en el reino de los cielos, es la palabra “justicia” o “rectitud”. Los fariseos no sabían nada de las bienaventuranzas, ni tampoco eran la sal y la luz del mundo. Se habían corrompido, habían llenado su corazón de tinieblas y maldad. ¿Y qué hay de nosotros? ¿Estamos haciendo la voluntad de Dios?


CONCLUSIÓN


Hemos aprendido tres lecciones básicas para que hagamos la voluntad de Dios. No las olvide. Si usted quiere hacer la voluntad de Dios, entonces debe estar:


Cultivando el carácter correcto.


Siendo la sal y la luz del mundo.


Practicando una vida recta delante de Dios.


Lorenzo Luévano Salas.

Siervo de Cristo.


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