PRINCIPIOS BÍBLICOS PARA PREDICADORES (4).


Estoy compartiendo con ustedes, algunos principios que todo predicador del evangelio debe tener presente. Los diversos estudios de homilética y evangelismo, harán bien en tener en cuenta estos principios enseñados por el ejemplo de Cristo y sus discípulos.


PRINCIPIO # 4

HAY QUE COMUNICAR LA GRACIA DE DIOS


En los principios anteriores, hemos visto que, el que predica el evangelio, debe hacerlo en el poder del Espíritu Santo, debe orar antes de llevar a cabo la predicación, y debe siempre predicar la Palabra de Dios. En esta ocasión, veremos que el predicador debe siempre comunicar la gracia de Dios.

Cuando Jesús estaba predicando en una Sinagoga, en Nazaret, los oyentes se maravillaban de las misericordiosas palabras que salían de su boca (cfr. Lucas 4:22). El apóstol Juan, cuando habló de Jesús, habló de alguien que está lleno de gracia y verdad (cfr. Juan 1:14). Si los escritores del Nuevo Testamento aprendieron profundamente una lección de Jesús, esta fue, sin duda alguna, sobre la gracia. No es extraño, entonces, que muchas de las cartas de sus discípulos, comiencen también haciendo referencia a la gracia.

¿Qué es “gracia”? Si hemos de aprender del ministerio de Jesús, estos principios que estamos considerando, entonces debemos comunicar la gracia de Dios. Pero, para hacer esto correctamente, debemos saber lo que es “gracia”. Y no me estoy refiriendo a su significado semántico, sino a la hermosa bendición que está dentro de ella. Gracia, es la hermosa noticia de que Dios nos ama, habiendo tomado y llevado a cabo todas las medidas necesarias para nuestra salvación; haciendo posible, para nosotros, una nueva vida, paz para nuestras almas hoy, y esperanza en el futuro. La gracia de Dios, es su bondad en acción. Es la motivación que Dios tuvo para hacer posible nuestra salvación, como dijo Pablo, “por gracia sois salvos” (Efesios 2:5).

Cada vez que tenemos la oportunidad de predicar, debemos comunicar la gracia de Dios. Recuerdo una ocasión cuando estaba preparando un mensaje basado en 1 Corintios 6:18, donde Pablo, dice, “Huid de la fornicación”. No obstante, cuando tenía el mensaje redactado, y listo para ser predicado, no me convencía del todo. Algo le hacia falta. Y, entonces, recordé que no había seguido estos principios bíblicos. Bueno, puse el escrito a un lado, y haciendo oración, entendí que faltaba comunicar la gracia de Dios. Fue en ese momento que recordé la historia del rey David. Él fue un hombre de Dios que cayó en este pecado, el cual también lo llevó por un camino descendente y oscuro, que lo arrastró sin freno alguno hasta el engaño, la hipocresía y el asesinato. No obstante, cuando él fue a Dios en oración, diciendo, “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10), fue perdonado. También recordé las palabras de Jesús que escuchó aquella mujer que estaba a punto de ser apedreada por su inmoralidad. Las palabras de gracia que el Señor le dijo, todavía son un bálsamo para los corazones manchados y culpables por el pecado, “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11). Hermoso, ¿verdad?

Cuando consideramos la gracia de Dios, tenemos un gran y poderoso mensaje para compartir con aquellos que escucharán nuestra predicación. Nuestra predicación no solo debe convencer a nuestros oyentes de pecado y de su necesidad de arrepentirse; también deben escuchar palabras de esperanza, perdón, de gracia.

Entonces, en la medida de nuestras posibilidades, siempre comuniquemos la gracia de Dios en nuestra predicación. Recordemos nuestra propia condición, y como es que, siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros. Comuniquemos la gracia de Dios.

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