PRINCIPIOS BÍBLICOS PARA PREDICADORES (3).


Hemos visto dos principios necesarios para predicar el evangelio. En primer lugar, vimos que debemos predicar en el poder del Espíritu Santo, no confiando en nuestra propia sabiduría o habilidad, sino apegados total y plenamente a las Escrituras. En nuestro segundo principio vimos la importancia de la oración antes de predicar. Pablo mismo pedía oración por él, precisamente para predicar (cfr. Colosenses 4:2-3). En esta ocasión, aprendemos que, debemos predicar la palabra de Dios, en lugar de opiniones o filosofías humanas.

PRINCIPIO # 3

HAY QUE PREDICAR LA PALABRA DE DIOS


Este principio se hace evidente en Juan 14:24, que dice, “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”. Jesús dice que él no está compartiendo sus palabras, sino la palabra de Dios. Esto es sumamente interesante, pues, ¿quién no escucharía las palabras propias de Jesús? ¿No serían mucho más valiosas sus palabras, que las palabras de cualquier otra persona? Sin embargo, aun él mismo, evitó enseñar con sus propias ideas u opiniones, sino la palabra de Dios. Si Jesús hizo esto, ¿no deberíamos nosotros hacer lo mismo? En Juan 7:16, dijo, “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió”. En otra ocasión dijo, “según me enseñó el Padre, así hablo” (Juan 8:28). En Juan 12:46, también explicó, “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar”. Las enseñanzas de Jesús, su predicación, se conformaban total y plenamente a la palabra de Dios. No enseñaba nada que no fuera conforme a la voluntad del Padre. No era una enseñanza particular, personal, sino siempre en armonía total a la palabra de Dios. Por eso, en oración, dijo sobre aquello que había enseñado a sus discípulos, “Yo les he dado tu palabra” (Juan 17:14).

Si vamos a predicar en nombre de Dios, entonces es indispensable que prediquemos la palabra de Dios. No debemos predicar nuestras opiniones, sino la palabra de Dios. Hay personas, e incluso eruditos, que no están dispuestos a sujetar sus ideas y comentarios a lo que Dios dice en su palabra, sino que, en razón de sus creencias, o de su teología, o de su tradición, ellos apocan la verdad de la Biblia, para entregar sus opiniones, o ideas, o escuelas teológicas. Esto no debe ser así. Si queremos predicar mensajes poderosos, esto será posible solamente cuando prediquemos la palabra de Dios.

En Hechos 4:31, vemos que los primeros cristianos tenían cuidado de guardar este principio enseñado por Jesús. Dice el texto que ellos “hablaban con denuedo la palabra de Dios”. Luego de que oraron y fueron llenos del Espíritu Santo, ellos no salieron a predicar sus tradiciones, o escrúpulos, o doctrinas para convertir a la gente en judíos; no, sino que ellos hablaron con denuedo la palabra de Dios. Y eso es exactamente lo que debemos hacer hoy. Predicar en el poder del Espíritu Santo, orar y, entonces, predicar, no otra cosa, sino la palabra de Dios.

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