El pecado no es una opción de vida.

"Porque la paga del pecado es muerte"

Romanos 6:23

A veces cometemos el error de engañarnos a nosotros mismos, creyendo que el pecado es una opción de vida. Las presiones que circunstancias difíciles provocan, nos hacen creer que es una puerta adecuada ante situaciones complicadas.


Por ejemplo, algunas personas, ante la necesidad económica que están sufriendo, toman la decisión de dedicarse a la prostitución, o al robo, o al crimen organizado, pretendiendo aliviar o cambiar su condición de miseria material. Creen que el fraude, el engaño y todo lo relacionado a la obtención de dinero de manera ilícita, es un camino viable para solucionar sus problemas (cfr. 2 Timoteo 3:13-15). Fue por este pensamiento que perdí un hermano en la carne, quién, equivocadamente creyó que el crimen organizado le proporcionaría el dinero suficiente para cumplir con sus expectativas de vida. ¿Cuál fue el resultado? Para él, perder la vida de una forma cruel. Para mi madre y mis hermanos implicó un gran dolor. Para todos fue algo lamentable y triste. Pero, esas no son las únicas puertas que parecen viables ante situaciones difíciles. Una persona puede abrir la puerta de las adicciones y el alcohol por querer remediar el dolor emocional que padece (cfr. Proverbios 23:32-35). El divorcio es otra puerta que muchos matrimonios atraviesan dada las fricciones que existen entre ellos, cuando el Señor mismo dijo, “Que la mujer no se separe del marido” y “que el marido no abandone a su mujer” (1 Corintios 7:10-11; Marcos 10:12; Mateo 19:9, 6).  El suicidio lo será para el que se ha convencido de terminar rápido y fácil la presión de algún problema (cfr. 1 Samuel 31:4-5). La fornicación y el adulterio será para otros la solución a sus necesidades físicas y emocionales no atendidas (cfr. 1 Corintios 7:1-5). Y así, podríamos enumerar un gran número de puertas falsas, de caminos que parecen derechos, de ilusiones y engaños que no conducen a otra parte sino a la destrucción y degeneración presente, y al final, al castigo eterno (cfr. Proverbios 14:12).


Mis hermanos y amigos, el pecado siempre será un error, incluso cuando lo hayamos practicado en el pasado. Es verdad que todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos tropezado ante las trampas del pecado. En algún momento de nuestras vidas hemos cedido ante la seducción de la tentación (cfr. Santiago 1:13-15). Sobre esto, la Biblia dice, "Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque" (Eclesiastés 7:20; cfr. Romanos 3:10-18; Marcos 10:18) Pero, por haber cedido a la tentación en el pasado, y haber cohabitado con el pecado por poco o más tiempo, eso no convierte al pecado en una opción de vida. El pecado nunca es una solución, el pecado nunca es un remedio, el pecado siempre será lo que es, un veneno mortal que dañará terriblemente nuestras almas, y por siempre y para siempre nuestro destino eterno. No olvide lo que dijo Pablo sobre el pecado, “el sueldo del pecado es muerte” (Romanos 6:23/NT Besson, 2ª edición, 1948)


¿Cuál es, entonces, la solución? ¿Existen puertas seguras que podemos abrir? ¿Existen caminos seguros que podemos andar, ante situaciones y circunstancias difíciles? Sí, existen. En la Biblia, la Palabra de Dios, encontramos una gran variedad de puertas que podemos abrir para hacer frente a cualquier problema difícil, incluso para la tentación misma (cfr. 1 Corintios 10:13). Por ejemplo, tenemos la puerta del arrepentimiento, la puerta del perdón, la puerta de la paciencia, la puerta de la bondad; y desde luego, los caminos del Señor. Es en esos caminos donde podemos encontrar el elemento necesario para nuestra redención o limpieza. Es en esos caminos donde podemos encontrar lo necesario para una nueva vida, para un nuevo comienzo, para restaurar todo lo que ha sido dañado. Esto fue lo que dijo el Señor con respecto a su misión, “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).


Para poder abrir estas puertas correctas, y andar estos caminos adecuados, debemos evitar que el dolor, el odio, el rencor y diversas obras de la carne, nos controlen (cfr. Romanos 6:12). Hay personas que no pueden abrir la puerta del perdón y la reconciliación, porque el rencor, o el dolor padecido les impide hacerlo. Por esto, Dios prohibió esa clase de emociones (cfr. Levítico 19:18; Proverbios 10:12; Eclesiastés 7:9); y reveló que tales cosas no son compatibles con ese “camino aun más excelente” (1 Corintios 12:31), es decir, el amor que “no guarda rencor” (1 Corintios 13:5). Otros sucumben ante las adicciones por sentimientos semejantes. Otros abren la puerta de la muerte porque definitivamente no les satisface la única y verdadera opción que el Señor les presenta (cfr. Mateo 27:4-5). El error común en todo esto, es el de vivir de manera selectiva en eventos equivocados del pasado. Toda vida tiene un pasado. Toda vida tiene historia. Pero, de ese pasado, debemos tener cuidado de aquello que seleccionamos. Si retenemos con toda fuerza las experiencias que nos causaron dolor, entonces ese pasado nos seguirá lastimando. Si recordar es volver a vivir, ¿no se da cuenta que estar viviendo en ese pasado, le hará revivir el dolor que en su momento sintió? ¿No se da cuenta que estar trayendo a la memoria las experiencias dolorosas de su historia, lo único que harán, es carcomer como cangrena su presente? ¿Qué es lo que podemos retener de nuestro pasado? Todo aquello que nos haga ser felices; es decir, “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8). Si alguna de estas cosas está presente en nuestra historia, son a ellas a las que debemos aferrarnos. Pero si nos aferramos a lo falso, a lo deshonesto, a lo injusto, a lo impuro, a lo grosero, a lo deshonroso, a maldad alguna, a lo que es indignante y reprobable, entonces jamás podremos abrir las puertas correctas. Ante esa clase de recuerdos, la venganza, el odio y el rencor nos apresarán, y con toda facilidad e irracionalidad correremos por el camino ancho que conduce a la perdición.


Mis hermanos, tengamos siempre presente que, el pecado nunca será una opción, ni tampoco una solución. Por el contrario, seguirá siendo un error, y un error que nos costará mucho. Mejor tomemos el camino que precede a la puerta angosta, y luchemos contra la oposición de nuestra carne para que, al final, encontremos descanso para nuestras almas con el yugo del Salvador, pues él dijo, “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29).


Lorenzo Luévano Salas.

Siervo de Cristo.

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