EXHORTAOS LOS UNOS A LOS OTROS.


Amados hermanos, ya se acerca el año nuevo, y como tal, tengo el deseo de que cada uno de nosotros, lo vea como “el año del aliento mutuo”.  En Hebreos 3:12-13, leemos: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.”.  Desde luego, algunos de ustedes pensarán que esto debe ser una constante en nosotros, y no un mero proyecto de año. Y eso es verdad. Sin embargo, y aunque debe ser una constante para nosotros, aún así siempre hay un tiempo en el que debemos empezar, y así, podemos empezar este año.

Según Hebreos, hay algo en lo que todos debemos estar atentos. El texto dice, “Mirad, hermanos”, indicando que se trata de una vigilancia colectiva. Es una actividad en la que cada miembro de la congregación ha de ocuparse. No es una responsabilidad solo del predicador, o de los ancianos, sino de todos y cada uno de nosotros.

¿Y qué cosa debemos vigilar? El corazón nuestro, y el de nuestros hermanos. Las sagradas palabras dicen, “que no haya en ninguno de vosotros”, lo cual nos enseña el punto y la extensión de nuestra vigilancia. Debemos estar alertas con respecto a nuestra comunión con Dios. La incredulidad, cuando encuentra cabida en el corazón, provoca nuestro alejamiento paulatino de Dios. La incredulidad provoca que nuestro corazón se dirija hacia una dirección contraria a la de Dios. Y aunque pudiéramos estar presentes en nuestras asambleas, sufrir la triste realidad que nuestro corazón esté lejos de Dios (cfr. Isaías 29:13). Cuando esto sucede, ya no participamos en las actividades de la iglesia con gozo (cfr. Hechos 5:41; 1 Tesalonicenses 5:16), ni con el corazón por delante (cfr. 2 Corintios 9:7; Colosenses 3:16; 3:23). Nos apartamos del Dios vivo, y aunque hagamos la voluntad de Dios según lo que está escrito, convertiremos todo ello en meras obras mecánicas sin vida, sin espíritu (cfr. Juan 4:24).  Entonces, no solo debemos estar atentos con respecto a nuestro corazón, sino también que, en nuestros hermanos no existe ese terrible mal. ¿Cómo saber si en nuestros hermanos hay o no un corazón malo de incredulidad? Bueno, “porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). Las acciones, la manera de vivir y las conversaciones de nuestros hermanos, nos ayudan a saber si el ánimo en ellos está decayendo, o se encuentra total y plenamente derrumbado.  En el corazón de todos hay un tesoro, y este tesoro no es otra cosa que la acumulación de todos sus pensamientos, deseos, planes, intentos y ambiciones.  Por eso, la conversación continua con nuestros hermanos, ayuda a que podamos conocer el ánimo en el que nuestro hermano, o nosotros mismos, estamos padeciendo.  Estemos alerta para que, de ver en todo ello “incredulidad”, actuar pronto para que nadie viva apartado del Dios vivo. De allí la necesidad de exhortarnos unos a otros cada día.

Entonces, debido a que el estímulo es tan importante para todo cristiano, Dios no solo lo recomienda; más bien lo manda explícitamente (1 Tesalonicenses 4:18, 5:11; Hebreos 3:13). Dios ordenó que su gente se alentara mutuamente porque él sabe que lo necesitamos. En el Evangelio de Juan, Jesús advirtió que “En el mundo tendréis aflicción”, para luego seguir con palabras de estímulo: “pero confiad, yo he vencido al mundo” ( Juan 16:33 ). Vivimos en un mundo roto donde todo nos llama al egoísmo y la desesperación. El pecado roba alegría, nuestros cuerpos se derrumban, nuestros planes fallan, nuestros sueños mueren, nuestras resoluciones y perspectivas se debilitan. Esto es tan real, que incluso en las Escrituras se nos advierte la existencia de sufrimiento (1 Pedro 4:12), persecución (Juan 15:20; 2 Timoteo 3:12) y pruebas de varios tipos (Santiago 1: 2-3).

Además, cuando el estímulo está ausente en la vida de una iglesia, las personas se sentirán desamparadas, sin importancia, inútiles y olvidadas. Dios sabe que su pueblo necesita recordatorios llenos de gracia, por lo que nos llama a alentarnos unos a otros todos los días hasta que nuestro Señor regrese (Hebreos 3:13).

El estímulo bíblico no se centra en apreciar el corte de pelo de alguien, o en decirle qué tan bien sabe su salsa hecha en casa. Ese tipo de estímulo es importante, pero el estímulo al que se refieren las Escrituras es explícitamente el aliento cristiano, que tiene fines netamente espirituales.

Nos debemos estimular con la esperanza de que nuestros corazones se elevarán hacia el Señor (Cfr. Colosenses 4:8). Señala evidencias de gracia en la vida de otra persona para ayudarlos a ver que Dios los está usando. Señala a una persona las promesas de Dios que les aseguran que todo lo que enfrentan está bajo su control (Cfr. Filipenses 1:12).

El Nuevo Testamento revela que el estímulo era una parte regular de la vida de la iglesia primitiva en conjunto (Hechos 13:15, 16:40, 18:27, 20: 1-2, 27:36). Compartieron las palabras saturadas de las Escrituras para animarse unos a otros con fe (Hechos 14:22), esperanza (Romanos 15: 4), unidad (Romanos 15:5; Colosenses 2:2), alegría (Hechos 15:31), fortaleza (Hechos 15:32), productividad (Hebreos 10:24-25), fidelidad (1 Tesalonicenses 2:12), perseverancia (Hebreos 10:25) y la certeza del regreso de Cristo (1 Tesalonicenses 4:18). El estímulo era y es una forma esencial de extender la gracia entre sí.

Aunque no hay solo una manera de animarnos unos a otros, aquí hay algunas ideas para ayudarlo a comenzar.

Pida a Dios sabiduría para animar eficazmente a sus hermanos. Por medio de su palabra, el Señor crea en nosotros un corazón que ame a los demás (Salmo 51:10), y por medio de la oración, podemos solicitar de él la creatividad necesaria para saber cómo mostrarlo (Santiago 1:5). Pídale que lo ayude a morir al egocentrismo y a crecer en el deseo de construir con otros.

Considere e imite la vida de hombres sabios. Le recomiendo estudiar la vida de Bernabé, es decir, “El que consuela a otros” (Hechos 4:36/TLA). Él era el tipo de persona que usted quisiese tener a su alrededor mientras se sirve al Señor. Él era un hombre que alentaba a otros espiritualmente, tanto que llegó a ser uno que quiso ver florecer a la iglesia. Y para ello, hizo todo lo que estaba dentro de sus posibilidades para lograrlo. Usted puede cultivar esos mismos valores que tuvo Bernabé, por lo que llegó a ser de mucha bendición para la iglesia.

Haga el dar aliento una disciplina diaria. Nunca antes como hoy, es posible tener contacto con nuestros hermanos a diario. Los medios de comunicación, como los teléfonos celulares, y las redes sociales, han llegado hacer posible, prácticamente estar en contacto con otros cada día.  Desde luego, y aunque lo ideal sería estar en contacto con nuestros hermanos en persona, aun así, estos medios de comunicación bien pueden tener un uso que resulte en bendición para nosotros. Por otro lado, es verdad que para muchos, el dar aliento es algo que pueden hacer naturalmente, para otros, no tanto. Por eso, haremos bien en tener en nuestro calendario, o en nuestra agenda, o en un lugar que sea visible, tener un recordatorio para enviarle a alguien una nota alentadora, un correo electrónico, un mensaje de texto o una llamada telefónica. Si es necesario, tengamos ese recordatorio para hacer una pausa, orar y luego intencionalmente tratar de estimular a alguien en Cristo.

Esté atento por aquellos que necesitan ser animados. Para esto, usted debe estar atento en relación con cada uno de sus hermanos en la congregación. ¿Los conoce, al punto de poder ver cuál es su ánimo en el Señor? Observe a cada uno de ellos, y esté atento, y entonces, ponga en su lista de prioridades, animar al hermano que vea más debilitado, o espiritualmente necesitado. De seguro encontrará a más de uno.

Use y medite en las Escrituras. Nada nos alienta tanto como las promesas de la Palabra de Dios. Haga una lista de las Escrituras que Dios ha usado para bendecirlo personalmente, o un extracto de aquella predicación que le ayudó en su fe. Escudriñe los Salmos, las epístolas, y los Evangelios. Encuentre y comparta las riquezas de la gracia de Dios que allí encuentre con los demás.

Sea específico en lo que dice.  Al animar a un hermano, no se pierda con palabras, situaciones o experiencias generales. Sea preciso y específico en sus palabras. Hacia qué dirección quiere usted llevar a su hermano en Cristo, para que no pierda su fe, o para que recobre aliento. ¿A notado que nuestro hermano no participa en la hermosa obra de evangelismo? ¿Ha notado que no canta alabanzas con alegría? ¿Ha notado que no está participando en las colectas que la iglesia celebra para su obra? ¿Ha notado que sigue faltando a las clases bíblicas? ¿Ha notado que su conocimiento de la Biblia es muy bajo, o que lo está perdiendo? ¿Ha notado que evita convivir con el resto de los hermanos? ¿Lo nota apartado? ¿Ha notado que su lenguaje no es espiritual, sino mundano, o pesimista? ¿Ha notado que su matrimonio está en crisis? ¿Ha notado que tiene conflictos con sus hijos? En fin, usted debe aconsejar a la luz de las Escrituras sobre estas cosas, y estar disponible para ayudarle en lo que sea posible.

Regularmente aliente a los ancianos y/o al predicador.  Si sus pastores, o el predicador dice algo que Dios usa, cuéntaselo. No espere que él le conteste, solo envíe unas líneas en una tarjeta o un correo electrónico. El agradecimiento es uno de los más grandes motivadores para aquellos que hemos entregado nuestras vidas al servicio del evangelio, y sobre todo, cuando sabemos que la obra que hacemos, así como nuestra conducta, redunda en el crecimiento espiritual de nuestros hermanos.

Oremos para que Dios nos ayude a crear una cultura de exhortación en la congregación.  Pidamos a Dios, y estemos dispuestos y activos para que nuestra congregación sea una comunidad que se ame de manera específica y tangible, para estimularnos los unos a los otros (Hebreos 10:24). Avivemos esa esa llama. No se desanime si las personas no responden pronto, o siguen un camino diferente (Mateo 6:3-4; Efesios 6:3-8), o incluso, si no ve fruto en ello (Gálatas 6:9-10). Crear una cultura en la congregación que glorifique a Dios toma mucho tiempo, mucha oración y abundante gracia. Te animo a que inicies y sigas en ello.

Entonces, ¡manos a la obra! ¿A quién puedes animar ahora mismo? ¿Quién te ha bendecido recientemente que puedes agradecer? ¿Qué versículo puedes compartir con ellos? ¿Cómo podría Dios usarlo? Que el Señor haga más de lo que podemos imaginar a través de un pequeño estímulo (Efesios 3:20-21).

Lorenzo Luévano Salas.

2 comentarios:

  1. Bendiciones amado hermano.Dios le siga dando aun mas conocimiento para que nos lo comparta y asi segir creciendo espiritualmente

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  2. ¿Quién me ha bendecido recientemente que puedo agradecer? Pues precisamente usted hermano Luévano y otros tantos hermanos siervos fieles del Señor que mediante la internet dan a conocer la verdad, de tal manera que me han dado el estímulo necesario para tener el valor de enfrentar el error y dejar de participar en él. Realmente el Señor está haciendo más de lo que podía imaginar. Gracias a nuestro buen Padre por la vida y el trabajo de sus hijos que,como usted hermano, bendicen la vida de otros tantos como yo.

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