PREDICANDO EN LAS CALLES (1)

Gracias a Dios hemos iniciado la predicación del evangelio en las calles de la ciudad.  Este 21 de octubre pasado estuve predicando sobre las consecuencias del pecado, y la necesidad que el hombre tiene de arrepentirse y estar preparado para el juicio final (Romanos 3:23; Hechos 17:30, 31). Predicar en el púlpito es una experiencia muy grata para un servidor; sin embargo, la predicación al aire libre es definitivamente una práctica muy diferente.  Aquí no hay una audiencia previamente preparada y reunida para escuchar.  Aquí mi voz llega a una audiencia que no espera escucharme. Algunos todavía duermen. Otros están preparándose para sus planes del día, los cuales no incluyen escuchar una predicación.  Sin embargo, ninguno de ellos puede evitar el sonido de mis palabras, y muchos menos el poder que ellas contienen, al ir acompañadas del evangelio.  Las reacciones son variadas y sumamente contrarias. Habrá enojo, indiferencia y burla, pero también atención y reflexión. Sé que habrá personas indiferentes, pero también quienes hagan consciencia de la importancia que contiene el mensaje de Dios para sus vidas.

El sonido se escuchó muy bien.  Desde donde estaba situado, podía escuchar la repetición que el eco proporciona, y podía escuchar cómo mi voz se alejaba a la distancia pero con mucha claridad. Algunas personas manifestaron mucho interés en lo que se estaba predicando, y accedieron a estudiar la Biblia en sus casas.

Mis colaboradores en la predicación del evangelio, los heramnos Alberto Caldera, Israel González Jr., Fernando López Jr., Juan Ramón Dominguez, Juan Ponce, Alejandra Olvera, Reina Maldonado, Navil Juárez y Carmen Luz Estrada, estuvieron muy activos tocando puertas en el área de la predicación.  Muy contentos refirieron cómo las personas se mostraron dispuestas a conocer más de la Palabra de Dios.  Hubo gran gozo entre todos nosotros al final de nuestro evento, el cual rindió a varias personas interesadas y dispuestas a ser enseñadas en el camino de Dios.

Las oraciones de los santos que no están con nosotros en la calle es pieza clave también.  Pablo dijo, "Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe." (2 Ts. 3:1, 2). La violencia no ha menguado en Juárez, y cuando estamos en la calle sabemos que hay riezgos. Cuando mis hermanos tocan puertas no sabemos quién, ni qué clase de personas va a contestar.  Pero las oraciones de mis hermanos por nuestra integridad y cuidado, nos llena de confianza y valor para seguir con esta noble obra en la que tenemos el privilegio de participar.

"¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" (Romanos 10:15)




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